“Al mal tiempo, mejor cara”, título que se la ha puesto en español a la novela de la escritora francesa Barbara Constantine, “Et puis, Paulette”, que se puede traducir como “Y, a continuación, Paulette”, es un libro excepcional, una lectura arrebatadora, un mensaje tan importante como eterno: el de la solidaridad como única vía de solución a los males de la sociedad actual. La historia que desarrolla Barbara Constantine con un lenguaje sencillo, como si de un diario personal se tratara (de ahí la fuerza de su narración) es la historia que deberíamos aprender todos en estos tiempos de crisis, no tan solo económica, sino emocional y humanística. Barbara Constantine va presentado una serie de personajes que están ahí, tan reales como nuestro vecino, la conductora del autobús, el camarero que nos sirve el café con leche del desayuno, el compañero del trabajo, la vendedora de periódicos o el malhumorado jefe que apenas nos saluda.
Cuando Ferdinand que vive solo en una espaciosa granja decide acoger en su casa a su vecina Marceline, que se ha quedado, prácticamente, sin casa, por una tormenta que la ha dejado inundada, se inicia una espiral de acontecimientos que llevara a que la granja de Ferdinand se convierta en un refugio para desamparados, una especie de paraíso terrenal, donde todos pueden convivir aportando cada uno de los acogidos su granito de arena para hacer que la granja se convierta en un ejemplo de solidaridad, convivencia y futuro. Un futuro que se proyecta con el nacimiento de la Paulette del título original y que deja abierta las puertas a la esperanza y a la recuperación de la identidad humana, ésta que parece la vida moderna, la tecnología y los tecnicismos nos quieren arrebatar.
“Al mal tiempo, mejor cara” (mejorando el famoso refrán de “a mal tiempo, buena cara”) es una novela que no se lee, se devora, se disfruta y se vive como algo propio, proyectando en sus protagonistas, Ferdinand, Marceline, Roland, Mireille, Guy y Gaby, las hermanas Lumiere, Simone y Hortense, los pequeños Ludo y Ludo, y los últimos en llegar a ese paraíso, los jóvenes Muriel y Kim, la realidad nuestra de cada día. Es una de esas novelas ejemplares que deberían ser texto en escuelas, para recordarnos a todos que solo actuando como Ferdinand se puede salir del pozo en el que la especie humana está metida.