Santiago Vila, el concienzudo autor de “Takeshi Kitano. Niño ante el mar” (precioso subtítulo para definir una personalidad tan compleja como la del director japonés), hace en este mágico recorrido por la obra del cineasta una importante y nada baladí propuesta al lector cinéfilo: poner en contacto la obra de Takeshi Kitano (Tokio, 1947) con la de conocidos cineastas, artistas y pensadores occidentales, algo que choca frontalmente con la tradicional teoría de considerar al cine japonés radicalmente opuesto a la cinematografía occidental.
A partir de ese punto, arriesgado si se quiere, pero inteligente sin duda, Santiago Vila recorre, con pluma fácil, documentación exhaustiva y análisis profundo la filmografía del director japonés, una especie de hombre del Renacimiento a la oriental, porque ya se sabe que Kitano es todo un mucho y algo más. Como señala el autor del estudio, Kitano es actor, director, guionista, escritor, pintor, cómico, diseñador de videojuegos y ese largo etcétera que nunca tiene límites cuando de crear se trata en el caso de Takeshi, un cineasta que entró furibundo en el cine occidental en 1989 con “Violent Cop” y que desde entonces no ha dejado de sorprender a propios y a extraños con un cine tan personal, tan inimitable y tan arriesgado que o se le ama hasta la extenuación o no se le comprende desde el inicio.
Director de cintas inolvidables como “Sonatine”, “Hana-Bi. Flores de fuego”, “El verano de Kikujiro”, “Brother”, “Dolls-Marionetas”, “Zatoichi” y, especialmente, “Takeshis’”, actor de innumerables y sorprendentes rostros, más cercanos a Buster Keaton que a la tradición mediterránea de la gesticulación, el espíritu y el talante de este indescifrable cineasta ha sido diseccionado con perfección de avezado anatomista por Santiago Vila, quien nos descubre la capacidad humorística del director japonés, su dimensión violenta y, sobre todo, ese toque de humanismo poético que, sólo tras la lectura atenta de este imprescindible estudio, se puede descubrir en cada una de las obras filmadas de este director ajeno a modas, países y espacios, que en cada nueva entrega de su creación deja al espectador una buena parte de si mismo.
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